08 enero 2012

...El valor de las palabras...


Éste es un corto que habla sobre cómo un simple cambio de palabras, puede dar a entender el mismo mensaje, pero influir en el resto de distinta manera.

Sin embargo, no me parece suficiente. Para mí el valor de las palabras es otro. Mi abuelo me enseño que nunca debemos rebuscar en las carteras en busca de un lavado de conciencia. Él vivía en Moncloa, y le encantaba pasear. A menudo se encontraba con muchos indigentes: ciegos, alcohólicos, mancos, cojos, drogadictos, o simplemente sin estigmas físicos pero sí mucha mala suerte en la vida. Entonces se acercaba a ellos, y les decía: "¿Para qué quieres el dinero? ¿Qué recibirías con más agradecimiento que esos céntimos que te echan sin tan siquiera mirarte a la cara?". Uno de ellos le respondió: "Lo que más falta me hace no es el dinero, sino que me pregunten qué tal estoy". Mi abuelo le dijo: "¿Por qué no me lo cuentas mientras comemos? No voy a darte dinero, principalmente porque estoy en contra de la limosna para lavarse la conciencia y olvidarme de tu cara al minuto, y porque si eres alcohólico, más que solucionar tu problema, contribuyo a él. Si quieres compañía estoy dispuesto a invitarte a comer donde quieras, con la condición de que hoy seamos como dos viejos amigos". Desde entonces, mi abuelo le propuso a todo aquél que lo necesitaba su compañía. 

Eso es lo que me parece el mayor valor de las palabras. No consiste en cambiar un cartel, porque no nos engañemos, lo peor de estar en la calle no es ni el frío, ni el hambre, ni dormir en el suelo...lo peor de todos es la terrible soledad. 



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