14 diciembre 2011

Una visión global del sistema mundial capitalista: ¿Exito o fracaso?




Es evidente que, a lo largo de toda la historia del sistema económico capitalista, el desarrollo de las fuerzas productivas de los distintos países y regiones del mundo dista de ser el mismo. Puede decirse incluso que este desarrollo desigual se ha intensificado a lo largo de los siglos, desde la construcción de los viejos imperios coloniales hasta la configuración de las formaciones sociales actuales y las complejas redes de relaciones de interdependencia existentes entre ellas. 

Esa desigualdad, lejos de ser una mero efecto colateral del sistema económico capitalista, un triste y no intencionado accidente, pasa por ser una condición sine qua non para la reproducción y mantenimiento del imperialismo. Sea cuales fuere el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas de determinado país capitalista, lo cierto es que todos ellos se encuentran integrados, ocupando el escalón que les corresponda, en una única pirámide imperialista en la cual tanto la cúspide como la base son elementos imprescindibles para su correcto funcionamiento. Las economías de segundo y tercer rango, son tan necesarias como las principales potencias de primer orden que se configuran, o al menos aspiran a serlo, como hegemónicas a nivel mundial. Este contraste viene derivado de un proceso paulatino de división internacional del trabajo, es decir, de la especialización de un grupo determinado de países, que debido a circunstancias históricas, consiguieron alcanzar un mayor grado de desarrollo que otros. Pudiendo imponerse los primeros sobre los segundos, estos se lanzarían al desarrollo de su industria nacional, mientras que los países ‘’subdesarrollados’’ serian los proveedores de, en primer lugar, mano de obra esclava (que pese a ser posteriormente  inservible, en primera instancia seria un elemento imprescindible para la consolidación del capitalismo), en segundo lugar, materias y recursos de relevancia estratégica (como los anteriormente citados), y en tercer lugar, la posibilidad de ampliar su mercado a nuevos territorios. Este, y no otro, es el papel que tiene reservado el imperialismo a los pueblos sometidos, por muchas proclamas hipócritas y declaraciones de intenciones que sus voceros hagan al respecto (es bien conocido el futuro, pero ya patente, fracaso de los Objetivos de Desarrollo del Milenio marcados por la ONU para el 2015) [1].

  
Las contiendas bélicas provocadas por el imperialismo, lejos de desaparecer, se ha mantenido como comportamiento permanente del sistema económico mundial capitalista. A este respecto, no solo hay que referirse a las guerras convencionales (entendiendo como tales a los enfrentamientos armados entre dos o mas estados), sino al fomento de la tensión entre comunidades tribales, grupos étnicos y guerras de baja intensidad que continua provocando el imperialismo en zonas de relevancia geoestratégica para la consecución de sus intereses económicos en general, y mas concretamente, para poder acceder con mayor facilidad a determinados recursos y materias primas. La guerra de rapiña y expolio, rentabilizada en ultima instancia por enormes Empresas Transnacionales parapetadas tras la maquinaria militar de los estados (incluso en las denominadas ‘’misiones de paz’’), tras Compañías Militares Privadas (con todo lo que ello supone: maltrato a la población ocupada, alargamiento del conflicto en pos de una mayor rentabilidad etc.) o incluso, por fuerzas autóctonas promovidas, financiadas y formadas por el propio imperio (una practica cada vez mas habitual, aunque no por ello novedosa), continua siendo una de las principales problemáticas que deben de afrontar los pueblos de todo el mundo. Entre otros tantos ejemplos, destacan los conflictos derivados de las disputas por el coltan congoleño [2], los diamantes de sangre angoleños [3], las intervenciones para acceder a los petróleos iraquíes y afganos, que se cobran miles de muertos y heridos cada año, y tras los cuales, aparece de forma mas o menos evidente, la mano del imperialismo…’’Cuanto más adelantado se halla el desarrollo del capitalismo, cuanto con mayor agudeza se siente la insuficiencia de materias primas, cuanto más dura es la competencia y la caza de las fuentes de materias primas en todo el mundo, tanto más encarnizada es la lucha por la adquisición de colonias’’, afirmaba Lenin, en la exposición de su tesis sobre el imperialismo. Si bien hoy la relación de dominio metrópoli-colonia en su aspecto mas formal ha desaparecido en buena parte (debido fundamentalmente a la denodada lucha emprendida por los movimientos de liberación nacional) en la medida que el proceso de ‘’descolonización formal’’ llego a su fin y los antiguos territorios sometidos a administración fiduciaria tras la Segunda Guerra Mundial ya no se encuentran en tal situación, se desarrollan en la actualidad otros mecanismos de dominación, quizás no tan vastos y burdos, pero sin duda alguna mas sutiles y cruentos que los que le precedieron. El armamento mas efectivo es aquel que no se visibiliza a primera vista, esa es la crudeza de la ‘’real politik’’ imperialista.

Quizás haya quien trata de justificar esa sangrante situación de buena parte de la población mundial, en base a nuestra propia ‘’exitosa’’ situación como miembros del centro imperialista. Cabe preguntarnos, ¿Es tal ese pretendido éxito? Desde un punto de vista de clase, la respuesta se antoja sencilla. Los trabajadores de los países imperialistas se ven sumidos en un proceso de depauperación de sus condiciones de vida y trabajo prácticamente sin precedentes, retrayéndolas a una situación mas propia de comienzos del siglo pasado, en la cual toda protección social era inexistente. La existencia de lo que en su momento se denomino ‘’estado del bienestar’’, que hizo las veces de muro de contención para acallar las voces de una clase obrera sometida a mayores cotas de explotación, esta siendo desmantelado progresivamente. Lo que debería de regirse por un criterio de satisfacción de una demanda pública comienza a ser dirigido a través de criterios ligados a la rentabilidad empresarial propia del sector privado, con todo lo que ello supone: perdida generalizada de calidad en la prestación del servicio, total omnipresencia de lo empresarial en cada uno de los ámbitos de nuestras vidas, bolsas de marginación (lugares donde un determinado servicio no llega, debido a que no es económicamente rentable), aumento de la precariedad laboral del personal del sector privatizado etcétera, siendo los únicos beneficiados las grandes Empresas Transnacionales en contraposición a los intereses de tantas familias obreras, y de tantos jóvenes estudiantes y trabajadores.

 
Toda esta dinámica, comenzada ya a mediados de la década de los noventa pero intensificada por la crisis estructural capitalista, abre unas perspectivas aciagas para el conjunto de la clase obrera y los pueblos oprimidos del mundo, que vuelve a mostrar de forma nítida la naturaleza predadora de este sistema miserable fundamentado en la explotación del hombre por el hombre. ¿Es posible construir una alternativa a todo ello? El que escribe así lo piensa, de manera que, tal y como afirmase Fidel Castro durante el acto de clausura del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes: ‘’ Pasarán, sí, al basurero de la historia donde ancha puerta los espera, más tarde o más temprano, el imperialismo, el guerrerismo, el colonialismo, el neocolonialismo, el fascismo, el racismo, el sionismo y todas las formas de explotación, opresión y humillación del hombre que son hijas exclusivas de la sociedad capitalista y de clases. ’’

 
[1] Tal y como confirmo el Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon, ‘’la posibilidad de no llegar a alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio por falta de compromiso es muy real’’. Las cifras hablan por si solas: 36 millones de personas mas viven bajo la pobreza, 1020 millones padecen hambre, la concertación de acuerdos en materia de defensa medioambiental continúan sin ser reales, la desigualdad entre géneros sigue siendo preocupante…
[2] El coltan es un mineral de importancia fundamental para la producción de componentes electrónicos por su capacidad conductora, desde las ojivas de misiles balísticas hasta nuestros teléfonos móviles. Las principales reservas de dicho material (en torno a un 80%) se encuentran concentradas en el este de la Republica Democrática del Congo, y son explotadas por varias compañías extractoras de diferentes origen y comercializadas por otras tantas, entre las que destaca la alemana H.C. Stark, subsidiaria de la química alemana Bayer.
[3] Tanto como componente industrial como elemento ornamental, el diamante continua siendo uno de los minerales que mayor precio alcanza en el mercado. Es también, la principal vía de recursos de la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), grupo insurgente angoleño contrario al gobierno del Movimiento Popular de Liberación de Angola. Son los llamados ‘’Diamantes de sangre’’.

No hay comentarios: