Vengo de un pueblecito pequeño, de unos 1.500 habitantes empadronados, porque en realidad no llegaremos a los 500. Entre estas personas está el alcalde pedáneo, responsable de mantener el lugar más o menos en calma, de atender las demandas de los ciudadanos y ponerlas de acuerdo junto con la Asociación de vecinos y la de mujeres. La mayoría de los días la cosa transcurre con calma y existe un buen ambiente entre la gente que trabaja en el campo y los pequeños comercios que nos abastecen. El pedáneo que mencionaba es un hombre de carácter gentil, no adiestrado en la política, simplemente servicial y atento con sus responsabilidades. Casi diría que no atiende a ningún partido que no sea del que recibe ordenes desde la ciudad.
Esto me hace a veces recordar aquellos hombres que se encontraban al mando de los grupos nómadas, de los primeros asentamientos o de muchas de las tribus que se pueden encontrar en estos momentos en otras partes del mundo y me hace pensar que es la misma situación que la de otros muchos pueblos españoles aunque no quiero generalizar.
Las cosas parecen transcurrir normales en este nivel pero a medida que aumentan los niveles el asunto de va complicando, a nivel autonómico, a nivel nacional y nada que decir a nivel internacional. En el modo en que vamos subiendo el distanciamiento entre el ciudadano y el político o gobernante es cada vez mayor y de igual modo también son mayores las responsabilidades que se tienen que asumir. Al Gobierno le cuesta poder atender particularmente cuales son las demandas de los ciudadanos de todos los puntos de su país para lo que se crean diferentes niveles de gobierno responsables de atender eso y canalizar las demandas de los ciudadanos.
Y es aquí donde yo considero que existe uno de los mayores problemas de nuestra sociedad y no me refiero a que deberían de exsitir “micro gobiernos” en todas partes o que defienda un mayor poder local, si no que en el momento en el que se rompe la vía de comunicación entre el ciudadano y el gobernante, las cosas se complican y no recae siempre toda la culpa sobre quien tiene el mando. Si aplicamos este problema a España, tendríamos que sumar el escaso uso de las vías de comunicación que los españoles hacemos y nuestra baja cuota de implicación e interés en la política. ¿Por qué la gente es tan reacia a los políticos si en realidad son ellos los que nos representan y los que toman las decisiones por nosotros? ¿Por qué la gente se acomoda con algo que realmente no le gusta? ¿Por qué tal apatía?. A lo que quiero llegar es a que, no podemos exigir siempre derechos y derechos cuando apenas tenemos deberes y cuando, ni nosotros mismos cumplimos con nuestras obligaciones para nosotros mismos y para los demás. Atentamos a el porcentaje de electores en las próximas elecciones.
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