01 diciembre 2011

Economía Política del Estado de Bienestar

El segundo libro que os quiero aconsejar está directamente relacionado con el anterior. Se trata de la obra del economista británico Ian Gough quien, con algunos años de antelación respecto al trabajo del español Ramón Cotarelo, se dedicó a escribir, estudiar y analizar los rasgos característicos del Estado del Bienestar. En efecto, su obra se llama “Economía Política del Estado del Bienestar”. En este libro, se centró sobre todo en la interrelación entre sistema de producción capitalista y Estado del bienestar, definido “como la utilización del poder del Estado para modificar la reproducción de la fuerza de trabajo y controlar la población no activa en las sociedades capitalistas”. Como se puede deducir de esta afirmación, el autor británico adopta una óptica profundamente impregnada de marxismo; en efecto, el intento de su libro es enmarcar los principios, funciones y características del Estado del bienestar dentro de la economía capitalista y sus relaciones sociales. Por esto, no es de extrañar que en su obra se hable muy a menudo de conceptos como “explotación de los medios de producción”, “economía capitalista”, “clase trabajadora”, “división del trabajo”, etc. etc. Según su planteamiento, los medios más importantes disponibles por el Estado son “la concesión directa de beneficios y servicios, la utilización paralela del sistema de impuestos y la regulación estatal sobre las actividades privadas de individuos y sociedades”. En virtud de esto, el moderno Estado del bienestar, interviniendo activamente en la economía y en los mercados, consigue reproducir la fuerza de trabajo, “controlando de esta manera el nivel, la distribución y el modelo de consumo en la sociedad capitalista actual”.
Uno de sus grandes logros ha sido la afirmación que el Estado del Bienestar cuesta. En particular, él detectó que “los costes de los servicios sociales en Gran Bretaña  como parte del PNB se ha elevado desde alrededor del 4% antes de la Primera Guerra Mundial al 29% en 1975”  Entre los servicios sociales más destacables, Gough señaló la seguridad social, la educación, la sanidad y la vivienda. Según su planteamiento, los factores que contribuyeron en mayor medida a este importante crecimiento del gasto social fueron los costes relativos crecientes, los cambios demográficos, la mejora de los servicios y el crecimiento de las necesidades sociales.
A pesar de la solidez de sus afirmaciones, la obra del británico tiene algunos fallos importantes. En primer lugar, él relaciona íntima y directamente el Estado del bienestar con el sistema de producción, distribución y acumulación típico de la economía capitalista de mercado. Es más, según su planteamiento este modelo de gestión política surgió y se desarrolló para, literalmente, estar “al servicio” del capitalismo. En efecto, tal como he podido entender de su obra, el aumento del gasto social del Estado, dirigido tanto a los empleados (salario, remuneración), como a los parados (subsidios de desempleo, incentivos para encontrar una nueva ocupación), a los jubilados (pensiones) y al conjunto de la sociedad (política activa de sanidad, educación y vivienda públicas) responde a una serie de objetivos precisos y bien definidos. En primer lugar, la actuación de los poderes públicos es necesaria para que haya una circulación continua y constante de moneda corriente en los mercados; además, esto incentiva a la llamada “fuerza de trabajo” para que sea más productiva, dado que una vez que dejen de trabajar podrán “recoger” los frutos de su ardua actividad; en tercer lugar, las ayudas a los sectores más débiles sirve para que los que no disponen de un salario fijo puedan consumir los bienes presentes en el mercado; en cuarto lugar, este modelo legitima y fundamenta al sistema productivo capitalista. En conclusión, el welfare state es total y completamente funcional al capitalismo; su existencia depende de este sistema económico, así como sus fallos y sus ineficiencias. Más especificadamente, el autor llega a afirmar que “los fallos del Estado del bienestar son el reflejo de los fallos del sistema capitalista mundial”.
 Su análisis es, por lo tanto, demasiado “ideologizado”: todo su marco analítico se basa solo y exclusivamente en la lógica marxista. Este es, probablemente, la crítica más importante que me siento de mover al economista británico, dado que, a partir de este enfoque, considera el Estado del Bienestar solo y exclusivamente un fenómeno económico. De aquí el uso frecuente de términos procedentes de la economía política. Esto le impide profundizar el análisis, dejando a lado las componentes políticas y sociales, que en mi opinión son mucho más útiles para analizar el Estado del Bienestar. Además, la conexión entre capitalismo y Estado del bienestar no es tan directa y automática como Gough quiere enseñarnos. En efecto, no solo el welfare state no está “al servicio” de la economía capitalista, sino que incluso se opone a ella: según el planteamiento de los intervencionistas, el Estado tiene que actuar en el mercado para equilibrar y corregir los fallos del mercado, es decir el sector público debe encargarse de llevar a cabo una segunda distribución de la renta y del capital, más equitativa y socialmente justa. Todos estos fallos, repito, son el resultado de un único error: lo de analizar un fenómeno tan complejo y multifacético como el Estado del Bienestar reduciendo todas las variables posibles únicamente a la lógica economicista del enfoque marxista, que se basa en los factores de producción, en la fuerza de trabajo y en su explotación por parte de los dirigentes capitalistas. Reducir el enfoque solo a esta mirada no permite, en mi opinión, formular objetivamente un análisis completo y exhaustivo. Además, creo que Gough falló también en el punto de vista metodológico, llevando a cabo su análisis exclusivamente en su país de procedencia y en una franja temporal muy limitada. Esto empobrece el debate y el análisis, porque, como sabemos, la política fiscal y monetaria del Reino Unido es profunda y totalmente distinta de los países continentales, nórdicos y mediterráneos, dejando a lado las importantísimas diferencias presentes “al otro lado del charco”.
Por todo esto, he querido escribir primero sobre la obra de Ramón Cotarelo. Éste es el modelo de análisis que quien quiera investigar sobre un tema económico, político o social debería seguir para llevar a cabo una investigación coherente y satisfactoria. Ahora bien, es importante destacar que, a pesar de los fallos del británico, su obra es un must para los que cursen una carrera de ciencias políticas y de la administración, sobre todo porque hoy día todos debemos saber en qué modelo de Estado nos encontramos y, sobre todo, plantearnos si esto seguirá siendo así o bien si hará evolucionando (en positivo o en negativo). 


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