El estallido de las revoluciones en el mundo árabe supuso el nacimiento de una era, pero en realidad y después de varios meses los objetivos fundamentales de poder implantar una democracia no son los esperados.
Esto ocurrió en Túnez, Egipto, Bahrein, Libia, Yemen y Siria, sin olvidarnos de Irak y Palestina, siendo acompañados por manifestaciones en otros países de la región exigiendo elecciones, sufragio universal, mayor participación de la mujer, y sobre todo la implantación de la democracia.
Las reformas propuestas por varios países árabes pueden ser un comienzo para nuevas aperturas, pero tienen que ser vigiladas con lupa por parte de los países occidentales para que se cumplan.
La oposición política nunca alcanzó la fuerza suficiente para precipitar el fin de los regímenes. La libertad de prensa, la de asociación, la participación de partidos políticos fue prácticamente nula en toda la región.
En este sentido se centra la cuestión, ya que la democracia no se implanta de la noche a la mañana y por imposición de los países occidentales.
Desde la Revolución Francesa
Lo que esta pasando en Egipto en estos días, tensiones religiosas, la guerra civil en Libia y en Yemen, la divisiones existentes dentro de las naciones unidas con respecto a las medidas a tomar en torno a Siria demuestra que lograr la democracia no va ser un proceso tan rápido como se espera y puede suponer una brecha en la unidad árabe, que por cierto, nunca existió.
Los países occidentales y sobre todo Europa tienen que tener claro que lo que ocurre en el mundo árabe les afecta directamente tanto por la proximidad, como por otros factores como la migración y las relaciones comerciales, sin mencionar las históricas.
Europa debe tener la iniciativa de cuidar el buen crecimiento de esta flor, recién implantada, ya que en el futuro puede ser el detonante para conseguir la paz en toda la región euro mediterráneo
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